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En 2018 hice un viaje de descubrimiento.
Hoy, 1° de julio, estoy a seis días de que se cumplan tres años de la partida de mi querida Mireya Pilo, mi tía materna. Hasta no verla en esa situación de desvalimiento y de prisiones que significa el sistema sanatorial, no había reparado en cuanto era mi amor por ella.
Un año más tarde, su hermana Mirta, mi madre, nos dejaba.
O me dejaba. Así es: huérfano de toda mi familia, quedé solo de mis lazos de sangre al menos en éste mundo inmediato de Santa Fe, la ciudad donde nací, crecí, me desarrollé profesionalmente y aposté por su propio crecimiento al menos en lo que yo sé hacer.
Ficciones.
Pero, decía al comienzo, en 2018 hice un viaje de descubrimiento.
Ya por entonces, en ese periplo Londres-Bélgica-París y de vuelta a Londres, la maravilla de la capital inglesa y la belleza mágica de Europa me resonaron fuertemente: "Tu lugar está aquí"
Y es verdad. Por ello, ya con la ausencia de mi tía Mireya latiendo fuertemente en mi presente, regresé a Argentina decidido a comenzar a exportar contenidos para desarrollarme en el exterior al mismo tiempo que lo haría en Santa Fe.
Había sido el año de ¡SOY! mi último musical y ahora estaba dispuesto a reinventar todo mi patrimonio artístico para exportarlo y hacerlo crecer.
Pero...el hombre propone y su contexto dispone.
2019 fue el último año de vida de mi madre. La ví partir, tras un mes de lucha contra la monstruosidad de la industria farmacéutica, un 5 de septiembre de ese año. Algunos meses más tarde, el otro espanto, el del confinamiento colectivo y mundial a partir del goteo del miedo a un "enemigo invisible" que se convirtió en un diluvio, arrasó con el ritmo habitual de trabajo, con mi paciencia y con mi economía. Pero no con mis ganas.
Contra viento y marea, contra el estado de pandemia, contra el pesimismo general, seguí creando mi radioserie y recreando mis anteriores producciones. Debí separarme de mi socio de toda la vida y de otros creativos para asumir personas nuevas y con otro dinamismo. Algunas se quedaron: otras se fueron antes de tiempo. Con un producto que se derrumbaba por un lado mientras se sostenía fuerte por el otro, decidí seguir adelante. Saliendo a la calle con mascarillas, con protocolos, con distancias, con miedos, con la aberración de un ser humano presuponiendo que el otro era su enemigo a muerte sólo por estar a su lado.
¿Habíamos visto semejante muestra de "xenofobia interna" antes? Debería investigar que nombre se le da a ésta nueva forma de discriminación y repulsión por el otro...
¿Y que tiene que ver todo ésto con lo que puse en el título?
Había empezado antes como un proceso de curiosidad:¿como sería escribir una historia en forma de novela en lugar de teatro? Y había elegido hacerlo con varias en simultáneo. Pero MÍTICA ganó la pulseada inicial y seguí adelante con ese trabajo que hoy se convirtió en "La Chica del Canguro Rojo"
La interminable lucha contra la burocracia administrativa y sindical, la ristra infinita de malos entendidos, reuniones suspendidas, llamadas no respondidas, promesas incumplidas, desborde de problemas y aislamientos por protocolo (¡uffffff, otra vez los benditos aislamientos!) me indicaron una y otra vez lo que ya venía sospechando...
EL TEATRO EN SANTA FE TERMINÓ POR ENFERMARME.
Y sí, es así. Yo soy un bicho de entusiasmo, de trabajo, de ímpetu y de ideas. El parate obligado, los prejuicios, los miedos balbuceantes y el conformismo me sacan de quicio. Yo siempre tuve vocación por las grandes historias; siempre tuve fascinación por los cuentos en modo operístico, por el melodrama extendido hasta el infinito, por el barroquismo entre el aire latinoamericano y el ideal wagneriano.
Pero aquí, en ésta ciudad donde nací, crecí y viví siempre parece haber una obligatoriedad no escrita por "lo chiquitito"
Se dice de modo dulce y exquisito como si se tratara de una invitación a lo gourmet. Lo que se esconde es el horror al éxito y la invitación a la mediocridad más recalcitrante.
Cualquier cosa por no jugarse hacia estándares de una excelencia mayor: todo ello disfraza el miedo a reconocer que no creen en que aquí sea posible.
Y ahí entra la razón de mi hartazgo: se murieron dos de las personas más importantes de mi familia, dos personas con las que no alcancé a disfrutar de muchas cosas y que, más de una vez, la pasaron mal por mis disgustos, mis frustraciones, mi llanto y mi bronca por no poder concretar mis sueños y proyectos con la excelencia que soñaba. Me jugué la cabeza, la economía, la tranquilidad y la salud física y psíquica por creer y apostar a una ciudad que no cree en sí misma y por artistas que no creen en sus posibilidades. Por artistas excelentes de cuyo talento no deberían dudar pero que parecen mirar el mundo de lo grandioso con "la ñata contra el vidrio" sin poder darse cuenta de que los estaba invitando a entrar al bar calentito y abundante sosteniéndoles la puerta para que salieran de la calle cruel en donde estaban mirando azorados el objeto de su deseo.
"Lo chiquitito" es el código del "dejate de joder que aquí no podés hacerlo"
Muy bien. Ya pasé de los 50 años y no quiero ser un viejo a los 55. Estoy dispuesto a respirar aires nuevos, a volar, a viajar, a exiliarme y a crecer. Me cansaron, mis queridos. Me cansaron al obligarme, obligarse y obligarnos a sostener una lucha contra molinos de vientos destrozados, con las alas rotas, con sus interiores desgastados y rotos. Me cansé de luchar esperanzadamente para con aquellos que no quieren ser salvados.
Y por ello, dejo el escenario. Se apagan las luces, vendo las que tengo( lo que fue esa inversión en ese momento!) me alejo de las reuniones de equipo, cierro la temporada uno de Simple Vicente y....veremos quien sostiene la segunda( si es que hay) Dejo proyectos escénicos en el camino( debo acostumbrarme a un grado de saludable desprolijidad) y atiendo a un mundo de inversiones, puntos de equilibrio, ingresos y egresos controlados y una economía estable. Pero también atiendo a una salud estable, a una vida tranquila y a un universo de fantasía que se despliega entre alebrijes y quirubis (¿quieren saber que son? Comiencen por comprar su ejemplar de "La Chica del Canguro Rojo" y lo sabrán muy pronto...) y abandono el cuerpo teatral y el convivio y el ritual por las letras, el hermoso y siempre rico olor del nuevo libro de papel,la belleza de las gráficas, la taza de café humeante, las pilas de cuadernos borradores, la pantalla y las ilustraciones. Me convierto, definitivamente, en un escritor.
¿El teatro? El teatro volverá, denlo por seguro. Pero será del otro lado del mundo, en uno o dos años, lejos, muy pero muy lejos del Puente Colgante y la Setúbal...
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