No resulta utópico ni "demencial" el pensarlo. Tampoco lo es en ciudades intermedias donde la emergencia de las mismas como puntos culturales debe competir con metrópolis de fama mundial. Creo en que es posible generar una sinergia entre la prensa, los inversores privados y públicos, el público propiamente dicho y los espacios teatrales.
Que la escena sea un modo de circulación del dinero no es un tema menor: la disposición con la que leemos el mundo y gestionamos espacios de encuentro en un convivio de espectáculo es diferente a la de la vida "diaria" en que la rutina nos consume. Ir a ver un espectáculo implica gestar un punto de encuentro con el contexto social, con uno mismo, con su propia psiquis y su mundo de imaginario. Implica compartir ese lenguaje no verbal con aquellos que se nutren de nuestro ethos cultural y que piensan el mundo de modo semejante y diferente a la vez. Al decir de Arienne Mnouchkine "el teatro es un reflejo de lo que el mundo podría ser"
El teatro también puede ser un espacio en donde el dinero( muchas veces tan demonizado por el ámbito artístico) aparezca como un bien de intercambio posibilitador de acciones y no como el estereotipo de la ambición de unos pocos. En esta conexión "rizomática" de artistas, empresas, espacios y técnicos es donde puede hallarse un equipo de emprendedores dispuestos a poner a funcionar a una ciudad en todo su esplendor. Un espectáculo independiente como "Septiembre, un musical para enamorar" sorprende por su capacidad de autogestión, por su organización interna, por su osadía a nivel de diseño de producción, por su transformación artístico y social de un espacio de teatro. Por ello puedo - y quiero- pensar a Operetas Sólo Musicales, a Opsis Espacio de Teatro y a mi propia firma-marca-nombre como gestores de estilos donde poder encontrarnos desde el arte hacia la empresa y desde la empresa hacia el arte. Porque, entre lo dionisíaco y lo apolíneo, entre lo ideal y lo real, entre el software y el hardware ha de existir una conexión que nos permita producir, es decir, hacer posible el universo de la ficción teatral definida, justamente, por el aquí y ahora de una realidad renovada en cada función.
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