No es ninguna novedad que el arte sana. Como un exorcismo nos ayuda a sacar fuera y hacer catarsis( justamente, revelar todo ese mundo emocional oculto) por medio de las formas de la ficciòn. Sin duda este proyecto nuevo que emprendo para 2017 se corresponde con una de esas necesidades de limpieza profunda y renovadora. No sòlo porque se trata de una obra ya montada( el año entrante ya se cumpliràn diez años de aquella experiencia) sino porque mi mirada sobre la misma y sobre el teatro son diferentes.
¿Digo algo nuevo? Claro que no. Pero sè que el dolor siempre nos ha generado a los seres humanos una inmensa cantidad de preguntas, de vacilaciones, deslumbramientos y horrores. Y a todas esas preguntas y estados hemos intentado responder con formas varias, diversas, quizà caòticas. Hemos intentado, al decir de Artaud"salir del infierno" y lo hemos hecho escribiendo, actuando, cantando, pintando, esculpiendo...
Para mì, salir del infierno significa ahora mirar el dolor desde un lugar adulto. Reformular la respuesta a los miedos de siempre y convertirla en belleza. Hablar ya no desde una forma estètica( solamente) sino desde un involucrarse mucho màs profundo con ese hecho convivial que es el teatro: los ensayos, las cenas compartidas, las bromas, las expectativas, los temores, los momentos. Transitar al vida junto a un equipo de actores, tècnicos, amigos, personas en las cuales reflejarse. Comprender que este encontrarse para producir, gestar, soñar y diseñar implica una trama mucho màs sensible y esencial que la obra misma. Y que la creaciòn se remodelarà a sì misma desde este juego misterioso que implica abrirse al universo del otro.
Hay quienes dicen que el infierno son los otros. El Cielo tambièn. Y vamos en camino a, sencillamente, encontrarnos con la vida a pleno.
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