Confieso que es una palabra difícil y no sólo enigmática. Fue hallada en el fondo de mil páginas web y pasó casi fugazmente entre una masa de textos extraños y de confusa procedencia. Pero me gustó su sonido y sobre todo me gustó su imprevisibilidad. Fue un título provisorio hasta que se volvió definitivo. Y se me ocurrió, por ser justamente una palabra casi exclusiva del mundo feérico que podría resultar adecuada para contar el camino del héroe en busca de su tesoro, de su objeto. Y de paso, que se convirtiera en un enigma para el espectador, una clave a descubrir tras atar cabos visuales, sonoros y demás que fueran surgiendo en la narración escénica de la historia. ¿ Y que es el gallitrap? Bueno, pueden leer y descubrir...( o pueden googlear y se acabó el problema) pero fundamentalmente, de que se trata esta historia? Es el cuento de hadas que no nos contaron...porque no es ninguno que conozcamos y es todos a la vez. GALLITRAP...nació de un problema( hay autores que dicen que los personajes nacen de un dolor de estómago, este fue un dolor de cabeza) Íbamos a montar un musical sobre un cuento tradicional, un clásico. Pocos meses antes nos enteramos de que un importante productor lo había elegido antes. Y como contra esos paradigmas no podíamos hacer nada se me ocurrió cambiar la línea de la historia.¿Por qué no inventar un cuento nuevo? ¿Se puede? ¿Otra vez lo mismo: la princesa, la bruja, el rey, la reina, el príncipe...? ¿Y si no hubiera príncipe? Para escribir algo nuevo había que ir a las bases. Y fuí a las bases. Tomé mi "otro modesto libreto" y lo diseccioné. Corté, borré, pegué, tomé nota. E investigué. Mucho. Y fue muy divertido. Me zambullí en el universo de las hadas y de los duendes. Me empapé de las premisas del cuento maravilloso. De los valores que definían la infancia antes de la Ilustración. La contraposición entre el mundo "mágico" antiguo y el enciclopedismo. Me deslumbraron las imágenes, las convenciones, las leyendas, los símbolos, el mundo alucinante del bosque! ¿ Y si no hubiera príncipe? ¡Cuanto agradezco aquel dolor de cabeza! El mundo de las hadas me había devorado, me había sumergido en su gallitrap. Estaba obnubilado con aquellos seres inasibles, fugaces, caprichosos que no eran ni buenos ni malos sino que eran permanentemente mutantes. Esas mujeres astutas, seductoras, caprichosas y peligrosas que podían tomar los cuatro elementos para construír mundos y torcer destinos. Ese juego de poder que tomaba formas aparentemente ingenuas y coloridas y que nacía de raíces ancestrales. El destino es cosa seria ( que lo digan si no los trágicos griegos) y aquí estaba de nuevo, cuando creía que el mundo de las hadas era un invento básico para niños anticuados. Gracias a aquel intríngulis jurídico-comercial estaba abriendo las puertas de un nuevo mundo. Aprendí sobre el valor del cuento maravilloso, su peso simbólico, su riqueza cultural. Comprendí el por qué de su valor perenne. Y entendí que en base a esos eternos mitos se pueden escribir tantas historias como sea posible, tal como lo enseñaron tantas teorías literarias y dramatúrgicas. ¿ Y si no hubiera príncipe? Lo que necesitaba era un héroe. Pero el hecho de que un príncipe sea el denominador común de los cuentos de hadas responde a una concepción social que podía ser perfectamente reformulada. Y entonces el héroe haría un rico camino si comenzaba siendo un antihéroe. Un patán, un individuo perfectamente desagradable. Capaz de darlo todo y arrojarse al vacío por un par de monedas. Capaz de vender su alma por una gema. Ese malandra debía convertirse en un héroe tras haber sufrido muchas pruebas. Y las hadas, divertidas y complicadas iban a tomarlo en sus manos como ese juguete del destino. Pues en su camino estaba la dama de hiedra, esa que habita en el bosque como parte de él hasta que se revela como una bella mujer. Y entonces, tuve a Guillermo. Y tuve a mi antihéroe dispuesto a todo, menos a salvar a una princesa. Y tuve a Alba, la princesa a quien el bosque le estaba prohibido. Y tuve a mi Gallitrap.
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