Cuesta. No voy a negarlo. Parece un jardín de rosas cuando se lo mira desde fuera pero no es tan sencillo como parece. Ayer nomás pensaba que, sentir la vocación por crear historias es una suerte de maldición dulce; es placentero y poderoso pero uno no está en paz hasta que no encontró eso que buscaba con ahínco así sea algo tan simple como el nombre de un personaje.
Cuesta. Ayer nomás, como decía, tenía que cumplir con un par de compromisos ( que yo busqué, nadie me obligó) y sin embargo, desde muy temprano, estaba emperrado en hallar la punta del ovillo para darle forma a una historia que aún no tengo escrita, que no sé cuando se editará y que no sé cuánto me hará ganar. Quizá me haga millonario y quizá no me dé nada. Pero la historia, de por sí, me parece poderosa. Y no sólo eso: el sentir que puedo darle forma me hace alzar la cabeza y caminar erguido, empoderado, sintiendo que puedo comerme el mundo.
Para muchos puede parecer una tontería, lo sé. Pero no se dan una idea del PODER que tiene una idea. Por eso, también, se cotizan tanto.
Cuesta. Es un poco como en la foto pero...no se dejen engañar. No es ni tan solemne ni tan glamoroso. Es la locura de trabajar con las ideas, de forzarlas, de ayudarlas a fluir y de asociar aquellas más insólitas con las más coherentes y esperables. Y cuando finalmente esos ladrillos encajan con las vigas metálicas, cuando cada fisher sostiene el peso que puede sostener y la luz entra por donde debe entrar en las dosis adecuadas para cada hora del día, uno tiene su Arquitectura de Ficción construida y lista para recibir visitas. Para mí, dar en el clavo con la historia adecuada es un poco equivalente a esa satisfacción que se siente cuando uno renueva su casa: tira lo viejo, realza lo nuevo, pinta, limpia, ventila y reconstruye. Listo...¡quiere que todo el mundo venga a disfrutarla!( y a admirarla, claro, que nuestra cuota de narcisismo, quien nos la quita y que tiene de malo?)
Durante muchos años, escribí teatro. Entonces, escribir para mí, que lo hago desde que era muy chico, no es nuevo. He crecido entre escritores, docentes, papeles, bolígrafos, libros, revistas, más cuadernos y más papeles. Es un placer que he tenido desde que las computadoras aparecían sólo en series de ciencia ficción y ahora en que conviven los blocs de papel, los papeles de descarte devenidos en borradores y la impecable pantalla de la laptop en donde puedo elegir entre cientos de fuentes de escritura y varios softwares para la misma. Pero escribir literatura es diferente a hacerlo para el teatro. La dramaturgia es el arte de la elipsis, de lo dicho de modo incompleto, el texto deficiente al decir de algunos semiólogos. Cuando se escribe un guión audiovisual hay que ser muy respetuoso del formato: la industria cinematográfica es muy exigente respecto al modo en que se presenta cada diálogo y cada acción puesto que ese formato representa tiempo y dinero. En el caso del teatro, todo depende de la lectura del director: en la puesta, con gesto, acción y sonido, se resuelve lo no especificado en el libreto. Ahora bien, en la novela, la riqueza de ese texto es lo único que el lector tiene en su soledad y su silencio para construir mundos en los que poder involucrarse. Entonces, un ladrillo fuera de lugar puede derrumbar una pared entera.
Por ello, la vida como escritor de novelas tiene mucho de soledad( esa que siempre cuesta tanto llevar) y mucho de barroco ruidoso en el silencio ...porque las ideas no lo dejan a uno tranquilo como quisiera.
[ También hay que agradecer que vengan porque sin ellas... que seríamos?]
Por éstos días de incipiente primavera, me siento un poco como un cliché viviendo en ésta casa inmensa, antigua y bellísima, lejos del departamento-para-estudiantes donde viví durante tantos años, a solas con mi taza de café, mi loop de jazz que suena todo el día y el inocente encanto de Mireia que espera ansiosamente que se abra la puerta para ir a jugar a los tres jardines en donde podemos tomar aire, sol y aroma fresco de flores. Es el momento de mi vida en que todo está cambiando, es decir, todo está en crisis; sin embargo, nunca me he sentido tan pleno. Porque los vientos de cambio voltean rápidamente las hojas de esos libros- ya escritos o no- que encuentran en su camino y hacen que me aventure en su selva de papel para seguir hilando ( sí, con hache, referencia al tejido) palabras y sensaciones sueltas que necesito decir, escribir, mascullar, estrujar y tachar. Marche entonces otro café y un bloc borrador con un bolígrafo médium-sans y sigamos bocetando historias de terror, de romance y de suspenso que la realidad se dibuja muy bien dentro de la Ficción.
Y hablando de Realidad-Mito y psicología jungiana...¿ya han comprado su ejemplar de "La Chica del Canguro Rojo"? ¡Pronto les traeré más novedades sobre ella!
Los dejo, aquí debajo, con mi edición libro de textos de teatro...sigue disponible tanto en la editorial como en ejemplares físicos!
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