La Ópera del Columpio fue una de esas extrañas y gratificantes experiencias surgidas casi de la casualidad. Más bien de la necesidad. Daba clases en un instituto privado de diseño de alta costura(hoy desaparecido) y la consigna para con las alumnas era crear un vestuario para una ficción.¿Que hacer? El desfile final del año siempre tenía una consigna rectora y los grandes pintores estaban ahí aquel 2008 en que nos tocó un estreno un tórrido 8 de diciembre. Pero me gustaba la idea de fusionar aulas y escenarios, ese punto de encadenamiento donde ambas profesiones podían dialogar quebrándome en dos roles tan diferentes( y por cierto, tan poco objetivos!) Pero el caso es que la aventura fue intensa y no sólo por el arte sino por nuestras propias situaciones de vida. Pero en ese pequeño equipo de cinco actores cantantes( con algunos de ellos hacía mi primer trabajo) y de cinco diseñadoras estudiantes que tomaron a su cargo a cada uno de ellos la amalgama dió un fruto de enorme diversión, frescura y divertimento ( me encanta siempre esta palabra) que nos deja un patrimonio delicioso a modo de camafeo escénico para seguir contando musicales mínimos y dando vida y acción a imágenes antigüas.
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